Capítulo 1
Vivianne observaba como sus compañeras de instituto corrían por la pista de atletismo.
-Estuvo bien tu fiesta de cumpleaños, ¿eh?- preguntó su amiga Margie mientras miraba los mensajes de su móvil.
Viv sonrió girando la cabeza hacia su mejor amiga- No estuvo mal.- Sus maravillosos ojos verdes brillaron de emoción, mientras se apartaba un rebelde rizo caoba de la cara- Fue divertida.
Su amiga levantó la cabeza de lo que estaba haciendo y con el ceño fruncido la observó con los mismos ojos grises de su hermano-¿Divertida? Fue la mejor fiesta a la que he ido y que tus padres nos dejaran solos fue la bomba. ¿Te echaron la bronca por el estropicio en tu casa?
Hizo una mueca mientras veía que pronto les tocaría el turno de salir a la pista- Papá no se tomó muy bien que alguien vomitara en su despacho...
Margie se echó a reír- Como se nota que eres hija única. Si me hubiera pasado a mí, no saldría hasta que me graduara.
Viv miró a su amiga con reproche- No es tan bueno ser hija única. Siempre están encima de mí para todo- Se estiró los pantaloncitos de deporte inconscientemente mientras continuaba- Sólo me dejaron hacer la fiesta porque sabían que estaba tu hermano. Por Dios, ¡si cumplo dieciséis y me tratan como una cría!
Margie la cogió del brazo llevándosela hacia la línea de salida, mientras metía su teléfono móvil en el bolsillo trasero del pantalón –Pues tampoco es tan bueno tener a don perfecto como hermano. Te lo digo yo. Scott deja el listón muy alto. –Su amiga puso los ojos en blanco- ¿Sabes que es el primero de la clase? Se licenciará este semestre en Harvard ¿Quién puede superar eso? Yo ya no lo intento.
Viv sintió pena por ella y le dio unos golpecitos en la mano que rodeaba su brazo- Es que Scott sólo hay uno- dijo suspirando.
Margie sonrió con picardía- Estás loca por él, ¿verdad?
-¿Por qué dices eso?- Sonrojada hasta la raíz del pelo giró la cabeza esquivando su mirada.
-Nuestros padres son socios en la empresa. Le conoces desde siempre. Es guapo, inteligente – argumentó su amiga colocándose la goma del pelo en su melena morena- Sino fuera mi hermano, hasta yo me enamoraría de él.
Viv se echó a reír mientras la empujaba. Margie riendo se preparó para la salida mientras su profesora de educación física la Srta. Riplie las miraba enfadada.- ¿Preparadas señoritas?- preguntó colocándose el silbato en la boca.
-Creo que a Scott le gustas- susurró Margie antes de oír el sonido de salida y echar a correr.
Viv se sorprendió tanto que quedó rezagada- ¡Señorita Barms! ¿Piensa correr hoy o prefiere quedarse castigada después de clase? – le gritó su profesora.
Salió disparada detrás de sus compañeras para hacer las quince vueltas que tenían programadas. No le costó alcanzarlas pues era buena deportista. Pero a la vuelta ocho después de haberlas sobrepasado, se empezó a sentir fatigada. Maldijo por lo bajo al notar que le fallaban las fuerzas. Empezó a respirar fatigosamente y a sudar a raudales. Al sobrepasarla Margie la miró preocupada- ¿Te encuentras bien? Estás roja como un tomate.
Viv asintió, haciéndole un gesto con la mano para que continuara. Al pasar por la línea de meta en la vuelta diez ya no podía más pero la Señorita Riplie le gritó-¡Sino termina las quince vueltas suspenderá este examen señorita Barms, así que mueva el culo!
Las piernas le pesaban como plomos y tenía que quitarse el sudor de la frente cada poco. Notaba su pelo empapado y se asustó. ¿Qué le pasaba? Al finalizar la vuelta once tropezó y Margie paró la carrera agarrándola del brazo para que se detuviera- No pares- dijo jadeante- perderás tu nota.
-¡A la mierda la nota!- exclamó su amiga- ¡No estás bien!
En medio de la pista mientras Margie la cogía el brazo para pasarlo por sus hombros Viv notó que su vista se nublaba-¡Margie! –exclamó antes de perder el conocimiento.
Se despertó en el hospital agotada. Sus padres estaban en la habitación con ella y la miraban preocupados. La preocupación continuó los días siguientes en los que le hicieron infinitas pruebas para intentar averiguar lo que le había pasado. Para descartar, decían los médicos. Vivianne se daba cuenta de que algo no iba bien, pero nadie le quería decir de qué se trataba. Margie la iba a visitar todos los días y le contaba lo que iba pasando en el instituto. Se reían y jugaban a las cartas pero en el fondo Viv sabía que estaba preocupada por ella, pues no tenía buen aspecto.
Un sábado por la mañana la fueron a ver los Señores Brigton, los padres de Scott y Margie. Fueron muy amables, le llevaron rosas amarillas. Sus favoritas.
-¿Cómo estás, cielo?- preguntó Lousie Brigton mirándola con cariño- Debe ser muy pesado estar encerrada aquí todo el día.
Viv sonrió- Menos mal que tengo tele y el ordenador porque sino ya me hubiera vuelto loca.
-Dentro de poco saldrás de aquí, ya verás- algo en la mirada de la madre de Margie la alarmó.
En ese momento entró Scott. Viv se pasó la mano por el pelo nerviosa. Él estaba guapísimo con su polo de Lacoste verde y sus vaqueros gastados. Estaba moreno pues Viv sabía que le gustaba hacer mucho deporte y se notaba en su cuerpo fibrado. Ella le miró a los ojos mientras sonreía- Scott, ¿has venido el fin de semana?
Él se acercó a la cama y le dio un delicado beso en la mejilla- He decidido darme un descanso- la miró de arriba a bajo desde su pelo caoba revuelto, sus finas cejas, sus ligeras ojeras, pasando por su pequeña nariz hasta sus gruesos labios- Por lo visto tú también has decidido tomarte uno- dijo levantando la ceja con ironía.- ¿No preferirías descansar en la costa y no aquí?
Viv se echó a reír y él sonrió. –Pero que cosas dices…- dijo su padre algo molesto para luego mirarla a ella- ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te traigamos alguna cosa?
-No, gracias. Tengo de todo.- Miró a Scott sonriendo que no le quitaba ojo cuando se abrió la puerta y entraron sus padres. Viv frunció el ceño y Scott le cogió la mano. En ese momento supo que algo malo le pasaba pues todos pusieron una expresión grave que a Viv la hizo temblar por dentro.
Su madre toda despeinada y con los ojos llorosos se acercó al otro lado de la cama y se sentó.-Será mejor que nosotros nos vayamos- dijo nervioso James, el padre de Scott.
Viv apretó la mano de Scott para impedirle que se fuera, mientras sus padres se retiraban en silencio. Su padre paseaba de un lado a otro de la habitación. Parecía un tigre enjaulado. Viv tomó aire antes de mirar a su madre a los ojos. Los mismos ojos que los suyos que ahora estaban plagados de lágrimas- ¿Qué tengo, mamá?- preguntó en un murmullo- ¿Me estoy muriendo?
Eso hizo detenerse a su padre y mirarla con horror. Como si se hubiera dado cuenta de repente de que algo catastrófico había ocurrido en su familia.- No, cielo- dijo su madre acariciándole la mejilla- no te vas a morir.
Viv vio que Scott palidecía y apretaba los labios.
Su padre se acercó a los pies de la cama con cara de resolución- Vivianne.- centró toda su atención en su padre mientras a su madre le rodaban las lágrimas por sus mejillas.- Tienes una malformación cardiaca, cielo.
Viv se dejó caer sobre las almohadas-¿No me pueden operar?- preguntó con esperanza
Su madre se tapó la cara con las manos mientras lloraba.
- Nadie hace ese tipo de operación. Es demasiado peligrosa y no hay garantías de éxito –dijo su padre con expresión de dolor- Y no estás lo suficientemente grave para ponerte en la lista de trasplantes, así que tendrás que aprender a vivir con ello.
Sintió que una gran losa la cubría. No volvería a tener una vida normal, pues desde el episodio en la pista de atletismo se agotaba con cualquier cosa. En ese momento sintió que su vida daba un giro de ciento ochenta grados.- ¿Me estás diciendo que tendré que llevar esta vida para siempre?- Aterrorizada miró todos los rostros de la habitación con la esperanza de que alguien dijera algo.- ¡Eso no puede ser! ¡Tengo dieciséis años, soy joven y fuerte, tiene que haber una solución!
Su madre lloraba desconsolada y Viv aterrada miró a Scott que se agachó y le acarició la mejilla- Tranquilízate, esto no te conviene.- le susurró.
-Voy a llamar a una enfermera- dijo su padre saliendo de la habitación.
-¡Esto no puede pasarme a mí!-gritó ella muy alterada- ¡Tengo planes! ¡Tengo que ir a la universidad!. –agarró a Scott del brazo- Podré ir a la universidad ,¿no? ¡Dime que puedo ir a la universidad!
-Viv, no lo sé –respondió Scott preocupado- ¿Por qué no esperas a ver como evolucionas?
-¡No! ¡Quiero saberlo ahora!- empezó a faltarle el aire y frustrada empezó a llorar.
Se alteró tanto, aunque su madre y Scott intentaban calmarla, que la enfermera tuvo que sedarla rápidamente pues su pulso se había disparado. Entre sollozos se quedó dormida.
Al día siguiente sola con su madre se enteró de la horrible realidad. Su cardiólogo le comunicó como iba a ser su vida a partir de aquel momento. Le colocó en la muñeca un dispositivo que controlaba sus pulsaciones y le dijo que cuando empezara a pitar debía dejar lo que estaba haciendo para que sus pulsaciones bajaran. Eso limitaba su vida pero Viv que siempre había sido optimista sonrió al hombre- ¿Sólo eso?
Su médico la miró compungido- Señorita Barms, no creo que todavía sea del todo consciente de ello, pero no podrá alterarse de ningún modo. Nada de excitarse, ni de extenuarse.
Frunció el ceño mirando el feo aparato de su muñeca que empezó a pitar- Relájese señorita o tendré que sedarla otra vez.
-¿Empieza a sonar sólo por esto?- preguntó en un murmullo.
Su madre llorando se alejó de ella tapándose los oídos y Viv derrotada se dejó caer sobre las almohadas hasta que aquel chisme dejó de pitar- Dios mío –gimió intentando no llorar- no podré hacer nada, ¿verdad? – entonces se dio cuenta de que nunca había recibido un beso, nunca había hecho el amor, nunca tendría hijos...
-Puede llevar una vida tranquila- dijo el médico intentando consolarla.
-Una vida sin emociones- susurró ella- sin alegrías, ni disgustos. Una vida sin vida.
Siete años después
Una suave música llegó a sus oídos haciendo que rodara en la cama agotada. Cada vez dormía peor y se despertaba de noche faltándole el aire. Lentamente estiró la mano para apagar el despertador. Nunca la despertaban para no excitarla o sobresaltarla. La misma música la despertaba todos los días durante los últimos siete años y estaba hasta las pelotas. Se levantó lentamente de la cama y tomó aire dando pequeños pasitos hasta el cuarto de baño. Al llegar al baño el pulsímetro se puso a pitar y tuvo que sentarse en la taza del water a descansar. Hoy era un mal día, decidió intentando mirarse al espejo agarrándose al lavabo. Cuando vio su reflejo suspiró. Las enormes ojeras de debajo de sus ojos estaban tan marcadas que ya no se acordaba de la última vez que no estuvieron allí. Estaba muy pálida y delgada. Los huesos de los pómulos se notaban tanto que parecía cadavérica. –Muerta en vida- murmuró mirando su pelo que parecía ser lo único de su cuerpo que tenía vida propia, pues nunca se quedaba en su sitio.- Queda poco.-se decía a sí misma todos los días para seguir adelante. Rezaba todos los días para que le diera un infarto y se muriera. O para que encontraran una solución a su problema. Aunque de eso último ya había perdido completamente la esperanza.
Aunque ya estaba lo bastante mal para entrar en la lista de trasplantes sabía que no lo conseguiría pues eran muchos los que estaban de espera y ella estaba muy atrás.
Salió del baño lentamente y oyó que llamaban a la puerta.- ¡Adelante! –dijo mientras aquel chisme asqueroso volvía a pitar.
Se sentó en la mesa redonda que tenía en su habitación al mismo tiempo que Martha, la doncella entraba con la bandeja de su desayuno- Buenos días, cielo- dijo la mujer sonriendo.
Viv sonrió a su vez mientras sin apetito miró la bandeja- Veo que hemos variado la dieta- le echó una mirada traviesa y cogió un pequeño croissant que había al lado de la leche.
-Al fin y al cabo es tu cumpleaños, cariño. Hay que celebrarlo.- dijo destapando la macedonia de frutas.
La estricta dieta que llevaba desde hace siete años la aburría soberanamente pero ya daba igual pues ni el olor delicioso de aquel croissant le abría el apetito.
-¿Y cómo lo celebraremos?- preguntó ella tomando un sorbo de zumo- Ya lo sé, iremos a tirarnos en paracaídas. No, no mejor todavía, iremos a hacer surf.
Martha la miró con pena. Odiaba esa mirada en la gente- Tus padres habían pensado que igual querías ir en coche hasta la casa de los Hamptons y sentarte en la playa.
Viv fingió sorpresa- Que maravilloso veintitrés cumpleaños. Sí señor, no lo olvidaré mientras viva.
-No te has levantado con el pie derecho, ¿verdad?- preguntó la mujer de pasados los cincuenta mientras recogía unas revistas- piensa lo bien que estarás mirando las olas.
Hizo una mueca terminándose el zumo cuando oyó un mensaje del ordenador.- Me acercas el portátil, ¿por favor?
Martha se lo colocó el la mesa y ella miró su correo electrónico. Al ver el remitente sonrió emocionada y el estúpido chisme se puso a sonar- Veo que quien te manda el mensaje te ha puesto un poco nerviosa- dijo Martha con sorna.
Odiaba eso. Que sus emociones estuvieran expuestas de esa manera lo odiaba- ¿No tienes algo que hacer?- preguntó pareciendo indiferente mientras abría el mensaje de Scott.
Felicidades Viv, con veintitrés tendré que empezar a pensar que eres adulta. Ja, ja. Te he mandado tu regalo por correo, espero que te guste. Margie me ha dicho que no podrás asistir a la boda y lo siento, pues esperaba verte. Tendré que esperar hasta las Navidades.
Espero que disfrutes de este día. Un beso. Scott.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas y se las limpió furiosa. La boda. Intentaba quitárselo de la cabeza, pues no podría asistir. La boda de su mejor amiga. Ella debería haber sido la dama de honor principal. Ella tendría que estar en Cancún junto a todos los demás festejando la boda. Al principio Margie se había negado en redondo a hacer la boda tan lejos, pues ella no podría asistir. Pero cuando Viv le dijo que de todas maneras no podría asistir aunque la hiciera en Nueva York, cambió de opinión cumpliendo el sueño que tenía desde que era niña. Casarse a la orilla del mar en México con sus amigos y familiares. Estarían allí una semana y Viv por supuesto no podría ir. Eso sería dentro de un mes.
Daba gracias a Dios porque Margie hubiera seguido siendo su amiga. La iba a visitar todo lo que podía y la acompañaba en los malos momentos. Charles, su prometido era muy comprensivo con ellas y nunca le recriminaba el tiempo que pasaba con Viv. Ella no podría conocer un amor así.
Miró a la pantalla y tocó el nombre de Scott. Le echaba de menos. La última vez que lo había visto había sido en las Navidades pasadas. Sólo fueron unos minutos, pues el maldito aparato se había puesto a sonar y su madre lo apartó de ella. Estaba muy guapo con su jersey de lana beige y sus vaqueros negros. Se arrodilló junto a ella y la miró sonriendo con sus ojos grises- ¿Qué tal pequeña? Feliz Navidad- se acercó y la besó en la mejilla.
Viv atesoró el aroma de su colonia, el roce de su mejilla, el calor de sus labios. Viv suspiró cuando se alejó mirándola a los ojos. El pulsímetro llevaba sonando un rato y su madre se acercó para presentarle a alguien, apartándolo de ella. Viv tuvo que abandonar la fiesta minutos después, pues el chisme seguía sonando.
Suspiró al volver al presente y mirar su muñeca. –Maldito aparato- gruñó pegándole un golpe sobre la mesa para que dejara de sonar. Los recuerdos de Scott la habían alterado.
Era una pena que tuviera que vivir tan lejos. Llevaba cinco años viviendo en Londres, llevando la filial de la empresa en Europa. James estaba muy orgulloso de él, se notaba en como hinchaba su pecho hablando de su hijo.
Miró la pantalla del ordenador y comenzó a escribir una respuesta
Veintitrés años, ¿Quién lo iba a decir? No me ha llegado tu regalo pero seguro que es maravilloso. Pasarlo muy bien en la boda. Y tienes que prometerme que sacareis muchas fotos para que yo pueda verlas.
Espero de todo corazón verte en Navidades. Un beso desde Nueva York. Viv.
Aunque se mandaban mensajes todas las semanas desde que él se fue, cada vez eran más breves e impersonales. Al principio Scott le hablaba de todo. De su vida en Londres, de su trabajo… pero al final se habían reducido a eso. Viv lo entendía, en realidad ella no tenía nada que contar y Scott se fue cansando. Suspirando bajó la pantalla del ordenador. Miró su desayuno y lo apartó a un lado. Sonó la llegada de otro mensaje y levantó la pantalla deseando que fuera otro mensaje de Scott. Frunció el ceño al ver de donde era. Su cardiólogo seguro que le había cambiado la cita pensó abriéndolo desganada. Leyendo la extensa carta que el doctor Lewis, el mejor cardiólogo de la ciudad le había enviado, abrió los ojos como platos mientras el chisme no dejaba de sonar. – ¡Dios mío!- susurró nerviosa leyéndolo otra vez.
Cuando confirmó que lo que había leído no había sido un sueño, gritó a pleno pulmón- ¡Papá! ¡Mamá!
Gritos y pasos corriendo se oyeron por el pasillo hasta que la puerta se abrió de golpe para dar paso a su padre pálido- Tranquila cariño, mamá ya está llamando a la ambulancia.
-¡No! ¡Estoy bien!- gritó aunque el aparato no dejaba de pitar- Tráeme un calmante.
Su padre a medio vestir con la camisa desabrochada cogió rápidamente un calmante inyectable y se lo suministró eficientemente mientras le acariciaba la espalda para que se relajara. Su madre en bata entró corriendo con el teléfono en la mano- Ya vienen.
-Diles que no vengan- dijo ella temblando.
-¡No! –exclamó su madre al ver su estado soltando el teléfono en la mesa y acariciándole el pelo.- Más vale prevenir...
Viv sonrió – Pueden operarme- dijo triunfante- por fin alguien puede operarme.
El silencio se hizo en la habitación mientras sus padres se miraban ocultando algo-¿Qué pasa? ¿No estáis contentos?
Su padre se sonrojó ligeramente y se alejó de ella dándole la espalda para mirar por la ventana.- ¿Cómo te has enterado?
La sorpresa la hizo abrir la boca sin saber que decir- ¿Lo sabíais? ¿Sabíais que tenía una oportunidad y no me habéis dicho nada?
-No es algo seguro, cariño. No queríamos que te ilusionarás- contestó su madre sentándose en una de las sillas frente a ella.- Es algo experimental y tu padre y yo no estamos dispuesto a que jueguen contigo.
Viv estaba asombrada- Pero ese doctor español ha visto mis pruebas y dice que es absolutamente viable. Puede reparar mi corazón y volver a colocarlo. Lo ha hecho antes.
-¡Dos veces!- exclamó su padre- Sólo lo ha hecho dos veces y uno de los pacientes falleció.
Viv negó con la cabeza asustada- No me vais a quitar un cincuenta por ciento de probabilidades de llevar una vida normal.
-¡Sólo queremos que estés bien!- dijo su madre angustiada.
-¡Pero yo no estoy bien, mamá!- gritó ella- ¡Estoy muerta en vida! ¡Quiero vivir, quiero salir, pasear sin ahogarme, quiero hacer el amor y quiero tener hijos! ¡Prefiero arriesgarme a morir que seguir viviendo así!
Fue tan vehemente que sus padres se quedaron sin habla. Su madre se puso a llorar – Mi niña...
-¡No!- dijo su padre antes de salir de la habitación.-Es mi última palabra.
Viv miró a su madre rogándole con la mirada- Intenta convencerle mamá, porque en esto voy a ser inflexible. Me voy a operar. Tengo que operarme…
Su madre estaba temblando- No sé si podré.
Se enderezó en la silla oyendo la sirena de la ambulancia en la calle- Soy mayor de edad y si ese médico está dispuesto a correr el riesgo yo también.